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Espero que disfruten de mis escritos, al igual que yo los disfrute escribiéndolos.

viernes, 9 de agosto de 2013

Mi Destino.

Estoy sentada, frente a un lugar sombrío, no temo a lo que me pueda suceder ya que no creo que, de las tinieblas un ser; malévolo, perverso, hóstil hasta incluso vengativo venga por mí, si merezco el destierro de este mundo deberé aceptar mi destino. Caeré al mundo de la destrucción, rabias, injusticias, sufrimiento, hasta incluso seré testigo de las repugnantes secuencias visibles que lograran dañar mis ojos, impulsándolos a sangrar de compasión y de miedo a sufrir hechos de tales similitudes... Estoy mirando, las ramas se mueven de un lado al otro, se oyen murciélagos, brillan las estrellas de manera tan intensa, que me hacen compañía, junto a esa hermosa e indescifrable luna, que siempre me ve desde ese mismo punto, no temo que un día desaparezca de ese sitio, ya que sé que jamás se moverá. Aúllan los perros desesperados, tal vez vean algo a lo que mis ojos ciegos son, o sientan una presencia poco habitual a simples centímetros de mí. Por momentos un silencio se hace presente, solo el viento choca con las superficies en mis derredores, todo parece quedar inmóvil, quieto, como en cámara lenta. Miro mis lados, no discriminó nada extraño, todo es igual, pronto un zumbido parece traspasar mis oídos de manera tal incitando a mis ojos a escapar lágrimas. Cierro mis ojos por unos segundos, para evitar ese dolor profundo y hasta esperar que el zumbido desaparezca. Abro nuevamente mis ojos y veo un mundo distinto. Blanco y negro en mis alrededores, estoy sentada en una especie de mecedora antigua, frente a mí, una Rockola parece haber saltado el disco emitiendo notas repetitivas. Siento varios cambios en mi cuerpo, frío, no puedo ver muy bien lo que me rodea, siento dolores intensos en mi cuerpo, en mayor medida en la espalda y en mis miembros superiores. Me levanté tranquilamente de la mecedora, a un lado encontré una especie de bastón el cual utilicé para poder tener equilibrio. Caminé hasta la rockola, quité el disco y me asomé por la ventana, para ver lo que allí afuera había. No encontré nada de lo que antes había divisado, simplemente un perro que miraba a mi dirección, mostrándome sus dientes, tal vez le habría hecho algo, ¿Le habré hecho algo? pensé a mis adentros. Cuando me di cuenta y volví a ver el patio a través de los vidrios transparentes de mi ventana, no estaba más el perro de mirada y boca amenazante. Solo un fuerte viento sacudió los árboles. Salí afuera, quizás el perro aún se encontraba en el patio y al verme se asustaría y huiría por temor, pensé nuevamente, abrí la puerta, el perro estaba justo ahí parado gruñía de manera tan agresiva que no me dio tiempo de respirar lo suficiente, no podía moverme, el peor movimiento podría escribir mi final en tan solo unos segundos. Mi corazón palpitaba, me encontraba en un estado de alerta máxima, por primera vez no quería morir ni ser lastimada por un canino, de pelo oscuro,y de ojos negros. Nos miramos por minutos durante lapsos extensos, mi bastón no me permitía huir de ese sitio, lo peor que podría pensar era intentar correr. Con mi edad avanzada no podría llegar muy lejos. Me entregué a la suerte. Ya tenía la edad encima tal vez mi tiempo era este, morir a causa de una criatura inocente. Moví mi miembro inferior izquierdo hacia atrás, el animal gruñió. Continué con mi siguiente pierna, el perro emitió ladrido quejoso. Cada vez me encontraba más cerca del picaporte, al instante el perro se acercó a mí, pero no pudo alcanzarme ya que cerré la puerta rápidamente este choca contra esta, pero no evita ladrar y aullar como evocando a una especie de criatura. Me asusté tanto que pronto vuelví a sentarme en la mecedora, pero antes vuelvo a colocar el disco en la rockola, para dormir por unos minutos. Lo extraño de ese momento, es que luego, regresé al momento anterior, a ese mismo sitio en el que me encontraba. Ese lugar sombrío, sitio en el que solo las estrellas y la luna brindaban luz. El viento mueve las ramas, los murciélagos cantan... Pero los perros no ladran ni aúllan; Es extraña la situación; me levanté, miré hacia atrás por unos minutos, hasta que decidí mirar hacia la oscuridad nuevamente, en ese instante un perro corre velozmente hacia mí, me muerde el cuello, siento un dolor intenso, profundo inexplicable, grito con todas mis fuerzas, pero no puedo hacerme oír. Los perros no ladran. Siento dificultad al respirar, mucha sangre se derrama... esta criatura me arranca la piel... siento mucho dolor, es un dolor inexplicable, alguien por favor ayúdeme... No soporto este dolor...

 Fin...

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