Siempre se sentaba junto a ese lago, celeste dueño del sol,
le gustaba juntar sensaciones para luego escribir historias en las que el
protagonista, era él hombre imaginario que ansiaba encontrar en algún momento
de su vida.
Recogía hojas secas, amarillas en días de otoño y dibujaba
con ellas poemas rimados para aquel sujeto, que solo en sus sueños habitaba.
No perdía las esperanzas de que en ese preciso lugar llegase
ese amor inesperado, y que con una simple mirada le robara el corazón.
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